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Una vida con sentido

Gustavo Valdivieso
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Gustavo Valdivieso

Hay muchas formas de dedicarse a matar –guerrilla, narcotráfico, hampa común, la ‘barra brava’ de un equipo de fútbol; y Y muchas maneras de matarse: drogas, alcohol, anorexia. Todas estas son cosas que se han vuelto cada vez más comunes entre los jóvenes.

Uno de los candidatos presidenciales ha levantado la bandera de la lucha contra el desempleo juvenil. No ha dicho cómo lo hará, pero puso sobre la mesa un tema cuyas dimensiones aún no hemos entendido.

Según el informe de la OIT, publicado este mes sobre el tema, 15,8 por ciento de los jóvenes entre 15 y 24 años en la Ocde no estudia ni trabaja. En América Latina y el Caribe ese porcentaje es más alto, 19,8 por ciento –uno de cada cinco–, y es más bajo que en la Zona Euro: más del 21 por ciento.

Es correcto pensar: no hay problema si no trabajan, mientras estudien. Pero eso no ocurre con estos jóvenes. También se puede pensar –en el caso de la UE, no en el nuestro–: los sistemas de protección social los ayudan. Pero cuando Karl Polanyi, uno de los intelectuales de izquierda más influyentes de Europa, criticó a Marx, lo hizo por no entender que el problema principal del capitalismo no es quién se queda con el dinero.

Polanyi escribió: “La supuesta mercancía llamada ‘fuerza de trabajo’ no puede ser manipulada, usada indiscriminadamente, o incluso dejarse ociosa, sin afectar también al individuo humano que sea el poseedor de esta mercancía peculiar. Al disponer la fuerza de trabajo de un hombre, el sistema dispondría incidentalmente de la entidad física, sicológica y moral que es ‘el hombre’ al que se aplica ese título.

Privados de la cobertura protectora de las instituciones culturales, los seres humanos perecerían por los efectos del desamparo social; morirían víctimas de una aguda dislocación social a través del vicio, la perversión, el crimen y la inanición”. ¿Suena familiar?

La relación entre la actividad productiva y el auto-respeto ha sido estudiada desde sociedades primitivas hasta industrializadas. No se trata solo del ingreso que se necesita para la subsistencia, sino del sentido de la vida de estos jóvenes.

En Colombia, tenemos, hace poco, una ley para facilitar el primer empleo. Muy bien, pero la aproximación al desempleo juvenil debe ser diferente, y no limitarse a cómo mejorar ‘en los márgenes’ la situación actual. Si la cualidad del problema no es ya de ‘solo’ ingresos, la cualidad de la intervención no debe ser de ‘solo’ favorecer la creación de más empleos, por importante que esto obviamente sea.

¿Qué tipo de intervención debe ser? Eso hay que debatirlo. Pero debe abrir puertas a millones de jóvenes. Hay que revisar el tema espacialmente: ¿ciudades grandes, ciudades pequeñas, campo?, considerando restricciones ecológicas. Y revisar todas las posibles ocupaciones dignas: alfabetización, sanidad, infraestructura, por ejemplo. La consideración más importante no es generación de PIB, sino de capacidades, en términos de Sen, y de propósito para estar entre nosotros.

Claro que podemos seguir sin hacer nada relevante. En El Salvador, donde se dieron acuerdos de paz de gran trascendencia, la antigua guerrilla es hoy el Gobierno, pero las mafias de muchachos tatuados, ‘Las maras’, están asfixiando la economía. Ellas son el poder.

Gustavo Valdivieso

Profesor de la Universidad Externado

[email protected]

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