Desde que Uber inició operaciones en Bogotá he sido una asidua cliente. La experiencia ha sido realmente buena, aunque no he sido capaz de usar el servicio de carros particulares UberX. He seguido usando la plataforma, sin importar el debate que se ha dado sobre la legalidad del servicio durante estos casi dos años porque creo que es una opción necesaria en una ciudad como la nuestra.
Es una tendencia mundial, donde Uber ha logrado sobrevivir y crecer pese a constantes ataques regulatorios, bloqueos y hasta procesos legales contra sus directivos en diversos países. Hoy es la empresa de venture capital más valiosa del mundo, con una valoración que supera los 62 mil millones de dólares y presencia en más de 300 ciudades.
El pasado mes de septiembre el Gobierno Nacional, en tremendo show mediático, rodeado de taxistas y bajo el liderazgo del Vicepresidente, salió con poca cosa en el muy esperado decreto sobre la legalidad del servicio y quedó así en manos del Congreso legislar sobre el asunto.
Nadie sabe en qué terminará la discusión y aunque los taxistas tienen un inmenso poder de lobby en las esferas políticas, vale anotar que Uber no ha perdido realmente ninguna pelea a nivel internacional. No solo tiene infinitos recursos para campañas a su favor, sino que cuenta con el apoyo activo de sus fieles usuarios.
En Colombia somos muchos los clientes y seguidores de Uber, pero hace varios meses el servicio de la empresa flaquea a ratos, al parecer por el éxito que ha tenido.
Se volvió negocio de dinero fácil, por así decirlo, y es frecuente toparse con conductores que no conocen direcciones, bien porque nunca han manejado en la ciudad, bien porque vienen de otras ciudades. También he tenido que sufrir estudiantes-conductores oyendo reguetón y hasta me ha llegado un carro de placas diferentes a las que me enviaba la plataforma. Nada demasiado grave, pero molesto. Sin embargo, esta semana me tocó un conductor que no solo se pasó un cruce ilegalmente, sino que empezó a insultar a otro conductor hasta llegar a abrir la guantera –en un momento dado pensé que sacaría una pistola– para sacar y mostrarle al otro un rollo de papel higiénico en un acto simbólico que no merece mayor profundización. Así, Uber corre el riesgo de perder su diferencia si sus conductores empiezan a portarse como los taxistas que critican.
La pelea entre Uber y los taxis está lejos de terminar y la plataforma enfrenta un año lleno de retos en Colombia, al estar su futuro en manos de un Congreso sensible al poder de los taxistas. Sin embargo, no puede fallar en su mayor atributo que es el servicio, y es esencial que tenga un mayor control sobre los conductores que deja entrar a su sistema. Ojalá haya futuro para Uber en nuestro país.
Johanna Peters
[email protected]
El futuro de Uber
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