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Experiencia local

Bogotá

Una noche en el corazón del crimen en Bogotá: así es un operativo en una de las ollas más peligrosas de la ciudad

Operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá

El operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá también contó con un grupo de motorizados.

Foto:Daniel López- EL TIEMPO

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La Policía de Bogotá se tomó uno de los sectores que más ha sufrido las consecuencias de la guerra entre criminales. Aquí le contamos lo que encontramos. 

Jonathan Toro RomeroPeriodista de Bogotá
La zona conocida como María Paz, en el sur occidente de Bogotá, y contigua a la plaza de mercado Corabastos, es quizá una de las ollas más peligrosas de la ciudad. En este lugar confluyen tres de las casas criminales más grandes de la capital del país y quienes han librado una guerra a sangre y fuego por quedarse con el control del mercado del narcotráfico en Kennedy, Bosa, Ciudad Bolívar, San Cristóbal, Santa Fe y Soacha.

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Operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá

Foto:Daniel López- EL TIEMPO

Desde este lugar, los líderes del Tren de Aragua, ‘Satanás’, los ‘Camilos’, los ‘Maracuchos’ y los ‘Meliani’ han comandado las redes de droga, trata de personas, venta de licor adulterado, traspaso de armas y el mercado de los sicariatos desde hace aproximadamente seis años.
Y aunque algún tiempo la acción de las autoridades permaneció impávida ante el crecimiento desmedido de las empresas criminales, desde hace un año, con un robusto plan operativo de varias fases se ha logrado impactar a los criminales extranjeros que se han anidado en las goteras de la ciudad: la Operación Job, contra los Maracuchos, la operación San Miguel, contra ‘Satanás’; la operación San Martín fase II, para desmantelar al Tren de Aragua; y también, la operación Santa Lucía, que terminó impactando a organizaciones como ‘Verdugo’, ‘Osiris II’ y ‘Fénix’.  
Operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá

Operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá

Foto:Daniel López- EL TIEMPO

Las operaciones San Martín II y San Jorge, dieron la estocada final a la fase dos contra el Tren de Aragua y los Camilo II. Desde entonces, otras operaciones de gran impacto como El plan Bogotá, el plan Cazador y, ahora, la operación Troya, han dejado como resultado la captura de al menos cinco grandes capos del multicrimen en Bogotá.  

Una noche en el corazón del crimen de la ciudad

Sobre las 5 de la tarde llegamos al Comando de la Policía Metropolitana de Bogotá. El ambiente es frío, quizá por las paredes de concreto de más de 15 metros de altura y los espacios que todavía están vacíos, o porque todas las unidades, en extremo secretismo, están listas para iniciar un operativo sorpresa en uno de los sectores más peligrosos de la ciudad.
El comandante del Gaula Bogotá nos advierte sobre lo que estamos por vivir y nos da detalles del Plan Troya contra la extorsión y el secuestro que han puesto en marcha desde esa unidad para debilitar los tentáculos criminales de las bandas multicrimen que se incrustaron en los sectores más vulnerables del sur y suroccidente de la ciudad.
Operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá

Cada detalle del operativo fue calculado durante el operativo en esa difícil zona de Bogotá.

Foto:Daniel López- EL TIEMPO

En un camión, que se parece a uno de los que transportan los alimentos a la plaza de mercado, se suben al menos 80 hombres y mujeres; todos, de los cuerpos especiales y las unidades élite de la Policía. Camuflados, y casi sin oxígeno, viajan por más de siete kilómetros desde un punto secreto hasta el lugar donde se llevaría el operativo. El sector de María Paz.
Al llegar al CAI Caldas, que está ubicado en la entrada de Corabastos, sobre la carrera 38 sur, se empiezan a desplegar con rapidez todas las unidades; sobre el cielo se elevan de manera inmediata dos drones tácticos que, como avispas gran velocidad, se cuelan entre las calles olvidadas de Patio Bonito; recorren las cuadras donde habitan carretilleros, habitantes de calle, familias humildes y, también donde se esconden criminales, homicidas y los capos de bandas tan sangrientas como el Tren de Aragua.
El vuelo de los drones marca el punto de partida para que, al menos, 20 patrullas motorizadas con dos agentes cada una, enciendan las sirenas y arranquen con el patrullaje del sector. Del camión, como soldados hambrientos de acción, desembarcaron los uniformados del cuerpo élite y sin mediar palabra comenzaron a requisar a los transeúntes y a allanar locales, bares y ‘moteles’ clandestinos.
Operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá

Operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá

Foto:Daniel López- EL TIEMPO

La gente empieza a notar la presencia de extraños. Al bajar del carro lo primero que se nota es que las calles eran angostas y oscuras y que en cada esquina había un grupo de personas que miraba con enojo, pero a la vez con prevención. Las calles estaban rotas y destapadas. La iluminación, casi inexistente.

Una mujer alta y esbelta, que al parecer estaba embarazada. Era colombiana. ¿Aquí trabajan mujeres extranjeras?, ¿son venezolanas las que están allá?, le preguntó una de las oficiales de inteligencia

Así comenzamos a caminar por una calle que los policías llaman ‘la pista’ y que conduce a la casa de donde sacaron a 18 hombres y mujeres de la banda los ‘Satanás’, que no solo controlaban algunas líneas del mercado de la droga, sino que además torturaron y asesinaron a varios jóvenes durante el 2022, durante el punto más álgido de su disputa con el Tren de Aragua.  
Esa noche estábamos buscando ollas de microtráfico. La policía rápidamente comenzó a invadir las calles que eran oscuras y silenciosas. Empezaron las requisas y al tiempo la gente que estaba alrededor aceleró el paso. Nadie quería estar ahí. “¡Llegaron los polochos, llegaron los polochos!”, se escuchaba.
La policía era implacable; sabían qué estaban buscando y qué querían encontrar. “Uno sabe por el reconocimiento quién puede estar implicado en algo. Quién mueve la droga y de dónde viene. Aquí todo se sabe porque la gente habla mucho (…) aunque la información es anónima, siempre quieren denunciar”, dijo uno de los agentes, quien además aseguró que la ley del silencio es la que reina en el tenebroso sector. A todos les da miedo que los maten por hablar. 
Operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá

Uno de los carteles que promocionaron en el operativo.

Foto:Daniel López- EL TIEMPO

La gente corre, los bicitaxis van por los andenes, las trabajadoras sexuales empiezan a salir a las puertas, los patrulleros ponen contra las rejas a los transeúntes para requisarlos y, mientras todo ese caos pasa, los vendedores de los almacenes de ropa que se extienden por todo el sector se quedan impávidos a la espera de que cese la presión de las autoridades y se distensiones el ambiente del lugar.
¡Rápido, rápido (...) entren rápido!, gritó el teniente que tenía a cargo la operación acosando a los uniformados para que irrumpieran dentro de un prostíbulo que se había configurado como un objetivo sospechoso dentro del operativo.
En la entrada se levantaba una escalera de unos 70 escalones, atravesaba tres pisos, y estaba rodeada por pinturas en colores fluorescentes que relucían con las balas de luz violeta que colgaban de ambos lados de todo el recorrido. En la pared había imágenes de mujeres desnudas y de hombres con armas y licor en las manos. Dentro del local, la visual no era diferente.  
Eran siete sofás negros distribuidos en el espacio, como media lunas. Amplios y con un tubo de Pole Dance en la mitad. En el lugar no había más que un trío de hombres, desaliñados y con factura de criminales, acompañados cada uno de una mujer.
En la barra estaba la matrona del bar. Una mujer alta y esbelta, que al parecer estaba embarazada. Era colombiana. "¿Aquí trabajan mujeres extranjeras?, ¿son venezolanas las que están allá?", le preguntó una de las oficiales de inteligencia.
Operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá

Los efectivos también efectuaron requisas durante el operativo.

Foto:Daniel López- EL TIEMPO

- Sí, ellas son venezolanas, le respondió la mujer del bar.
- ¿Usted sabe que eso es un delito o es que tiene los papeles de migración?
"No sabía que tenía que tener un permiso de migración para poderlas dejar trabajar", resolló la mujer.
Acto seguido, el cuerpo élite entró corriendo hacía la parte de atrás del local y se encontró con habitaciones repletas de hombres y mujeres que estaban teniendo relaciones sexuales. En las paredes había carteles donde estaban plasmados los costos de la noche y el lugar donde debían recoger los condones.
También, había indicaciones para las salidas de emergencia ante “posibles contingencias”, la policía explicó que esas ‘contingencias’ hacía referencia a los operativos sorpresa y que, por los pasillos de esos ‘moteles’, habían pasado gran cantidad de criminales que los usaban como escondites y como ‘paga diarios’ transitorios en los que pasaban las noches cada vez que estaban siendo asediados por las operaciones, cada vez más fuertes, de las autoridades.  

Esa noche estábamos buscando ollas de microtráfico. La policía rápidamente comenzó a invadir las calles que eran oscuras y silenciosas. Empezaron las requisas y al tiempo la gente que estaba alrededor aceleró el paso. Nadie quería estar ahí. '¡Llegaron los polochos, llegaron los polochos!', se escuchaba

Estar en este lugar, que, aunque parecía controlado por las autoridades, no dejaba de generar zozobra y terror, pues justamente en una de las casas de enfrente hace más algo más de un año alias Alfredito, uno de los primeros cabecillas del ‘Tren de Aragua’ en Colombia, había torturado a un joven venezolano.
Según la información que este medio recopiló en ese entonces, ‘Alfredito’ le propinó más de 20 puñaladas, lo ató de los pies y la cabeza, le amarró un cable en el cuello y lo ahorcó; y mientras aún estaba vivo, le cortó la cara. Todo quedó en video, y ese mismo terror que me produjo esa grabación era el que sentía al estar justo ahí, viendo a la policía allanar los prostíbulos que muchas veces han sido la escena del crimen bogotano.
Operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá

Operativo del Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá.

Foto:Daniel López- EL TIEMPO

Los corredores aledaños a la plaza de mercado son todo un mito, es como visitar dos mundos distintos según la hora a la que se llegue. En el día es la central de alimentos más grande del país, donde muchas familias se abastecen, pero en la noche, el entorno cambia. 
El sonido ensordecedor de la música de los prostíbulos, los pitos de los carros cuyos conductores no quieren quedarse estacionados en medio del trancón por temor a ser atracados, el humo de las ventas callejeras de arepas y chorizos y las luces rojas de las patrullas de policía hacen de este lugar algo más o menos infernal.
Hablar de droga en esa zona de Kennedy es igual que hablar de sicariatos y torturas. Aunque los golpes que la policía ha propinado durante el último año han debilitado a las estructuras criminales, lo cierto es que las bandas del multicrimen sigan usando estos sectores marginales y empobrecidos de la ciudad para esconder lo más macabro del delito.
La sombra de ‘Satanás’, del Tren de Aragua y de los ‘Camilos’, que fueron los grandes capos de la zona, se siente en cada esquina, en los cuentos de los vecinos, en las casas donde se torturó a jóvenes y habitantes de calle y en el miedo que se reflejan los ojos de los comerciantes y las trabajadoras sexuales cuando recuerdan que pueden morir en medio de esta guerra por el narcotráfico capitalino.  
JONATHAN TORO ROMERO 
Redacción Bogotá

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