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Cultura

'La solución al cambio climático no es tecnología, es cambiar nuestro modo de vida'

Su libro La revolución de la proximidad explica cómo la gente puede solucionar sus necesidades básicas en un rango aproximado de 15 minutos

Su libro La revolución de la proximidad explica cómo la gente puede solucionar sus necesidades básicas en un rango aproximado de 15 minutos

Foto:Cortesía Carlos Moreno

El boyacense Carlos Moreno, uno de los pensadores del urbanismo global, cuenta su historia en BOCAS.

andrea yepes
El científico colombiano Carlos Moreno y la actual alcaldesa de París, Anne Hidalgo, se conocieron en el 2013 cuando esta se estaba preparando para su primera candidatura al cargo que ocupa. Ella, de origen español, se convirtió en el 2014 en la primera mujer en la historia en ganar unas elecciones para ocupar este cargo que, en el 2020, revalidó por seis años más. Mientras se preparaba para presentarse a las elecciones para su segundo mandato contactó a Moreno con una propuesta: quería tomar el concepto de la “proximidad feliz” para su campaña y eje de política de su gobierno. 

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El chef Joan Roca es la portada de la edición #135 de la Revista BOCAS

El chef Joan Roca es la portada de la edición #135 de la Revista BOCAS

Foto:Revista Bocas

Moreno había pasado la última década consolidando una idea trascendental: ¿cómo combatir el cambio climático, la pobreza y la exclusión social desde la configuración de la ciudad? Su conclusión la condensó en lo que él llama “proximidad feliz”, pero los medios, la academia y los gobernantes como Anne la han popularizado como: “las ciudades de 15 minutos”.
La propuesta de la “proximidad feliz” consiste en que las personas que habitan en ciudades –o zonas densas– vivan en entornos en los que puedan solucionar sus necesidades básicas en un rango aproximado de 15 minutos, y quienes viven en zonas de media y baja densidad, en 30 minutos. Lo importante, dice Moreno, no es el número, sino generar bienestar en ciudades descentralizadas de múltiples servicios donde se pueda regenerar la economía local y se intensifique la presencia de espacios públicos inclusivos y diversos; esto llevará a una reducción de emisiones de CO2, pues disminuyen los desplazamientos, pero también mejora la calidad de vida de los ciudadanos dándoles más tiempo libre y una sensación de comunidad más clara.
Su idea, hoy adoptada por ciudades como Seúl, Cleveland, Buenos Aires, Milán, entre otras, no significa que se ponga un estadio cada 15 minutos o un museo cada veinte cuadras, pues estos son espacios a los que no se acuden todos los días; la clave está en que los servicios básicos estén cerca.
El camino para llegar a esta propuesta fue tan diverso como complejo. En su adolescencia, inició su labor luchando por el derecho a una buena educación. A los 16 años, militó en el Movimiento 19 de Abril, conocido como M-19, asunto por el cual tuvo que salir del país en tiempos del ‘estatuto de seguridad’. Luego, entró a la academia parisina, amparado por el gobierno francés, para nunca más salir de allí. Los frentes desde los que ha velado por la justicia social también han sido múltiples; empezando por planes de acción usando la robótica y las ciencias de la computación, hasta soluciones para la seguridad nuclear.
Moreno ha divulgado la “proximidad feliz” en congresos gubernamentales y de investigación, conferencias, clases universitarias y hasta ferias del libro. También está condensada en una publicación que ha sido traducida a ocho idiomas y en español lleva el nombre de La revolución de la proximidad, y fue editada por Alianza Editorial en el 2023. El 21 de mayo del 2024 saldrá su segundo libro sobre el tema, que alberga un marco científico y teórico y también ejemplos de cómo ciudades de todos los continentes han aplicado el modelo de “proximidad feliz” a distintas escalas. Para Carlos Moreno, investigador de La Sorbona y autor de publicaciones científicas de muy alto nivel, es una tarea constante la de divulgar esta revolución de la que está cada vez más convencido.
La revolución de la proximidad explica cómo la gente puede solucionar sus necesidades básicas en un rango aproximado de 15 minutos.

La revolución de la proximidad explica cómo la gente puede solucionar sus necesidades básicas en un rango aproximado de 15 minutos.

Foto:Cortesía Carlos Moreno

Usted empezó en Colombia una carrera de ingeniería y luego se fue a Francia como refugiado político, ¿retomó esos estudios allá?, ¿cómo fue empezar esas clases sin conocer el idioma?

Entré a la universidad y me interesó mucho la matemática, las ciencias de la computación, descubrí la electrónica y la robótica y conocí a gente extraordinaria con quienes descubrí un sentimiento de no violencia y humanismo; estudié a Mahatma Gandhi, Nelson Mandela… En ese momento dejé por completo la militancia que ejercía con el M-19 y me dediqué a estudiar. Los profesores venían a mi casa los sábados y domingos, que era un cuchitril de seis metros cuadrados sin ventanas, para ver si yo había entendido el curso porque sabían que yo no manejaba del todo el idioma; me regalaban diccionarios técnicos para que entendiera. Fueron muy generosos.

Esos estudios lo llevaron a entrar al mundo de la robótica, ¿cómo fue?

Yo me consagré a la academia, tuve la suerte de conocer profesores extraordinarios que se interesaron mucho por lo que yo era. Vi clases de matemática, ciencia de la computación y lógica. En ese tiempo llegaron profesores de Alemania y Estados Unidos con una cuestión de inteligencia artificial y yo me interesé mucho por el tema. Me contaron que se estaba desarrollando una nueva disciplina que era la robótica y que había que conectarla con las matemáticas, con la electrónica y que necesitaban gente que participara, y yo me metí allí. Un día uno de los profesores me dijo que acababan de abrir una formación sólo orientada en robótica por primera vez en Francia, y yo llegué allá. Me acuerdo que la puerta estaba cerrada y me salté la valla, fui a las oficinas y me presentaron un profesor que me hizo algunas preguntas; el lunes siguiente me llamaron a decirme que me admitieron a esa formación, donde además me pagaban por estudiar. Cuando terminé me dijeron que me quedara y me convertí en asistente docente y así fui escalando.

¿Cómo fue el paso de la robótica a pensar la ciudad?

Yo había desarrollado una tecnología muy linda que permitía poder controlar muchos sistemas mecatrónicos con gran cantidad de sensores y pilotar sistemas muy sensibles. El gobierno francés me llamó para aplicar esta tecnología en la industria nuclear. Yo acepté y desarrollé en el año 1995 un plan que fue utilizado en la seguridad nuclear y de allí el Ejército francés me contactó y me pidió que les ayudara a utilizar este método para un programa de aviones sin piloto; eso fue en 1999 o 2000. Este último proyecto paró por políticas industriales, pero el gobierno me solicitó usar la misma tecnología en el sector civil en las ciudades de riesgo, que son ciudades que tienen peligro por cercanía con sitios industriales. El trabajo era proteger a los ciudadanos de riesgos de polución y riesgos medioambientales. Me empezó a interesar y estudié el impacto del cambio climático en las ciudades, por qué las ciudades producen tantas emisiones de CO2, quién las produce…

¿Cómo pasó de ese estudio a consolidar la idea de las “ciudades de 15 minutos”?

Cuando el gobierno francés me hizo esa invitación a pensar la ciudad lo hice desde el ángulo de la tecnología. En ese momento, a inicios de los 2000, fui pionero de lo que llaman las smart cities, pero hacia el año 2005 tomé consciencia de que la tecnología no iba a resolver el problema de las ciudades y que lo esencial para las ciudades era realmente comprender el impacto del cambio climático. En el 2010 tomé el camino de pensar el diseño de los servicios urbanos territoriales y me interesó comprender cómo estos servicios podrían llegar al mismo tiempo a las ciudades y ser utilizados para las zonas de media y baja densidad. Años más tarde la pregunta cambió hacia reflexionar en qué consiste la calidad de vida de los ciudadanos. En el 2015 estructuré una idea y es que si queríamos luchar contra el cambio climático, había que luchar al mismo tiempo por una economía local, por una ciudad más inclusiva y socialmente equitativa. Y la pregunta no es tanto técnica, de cómo pasar del vehículo diésel al eléctrico, por ejemplo, sino urbanística. Le Corbusier defendía que la ciudad exitosa es la ciudad veloz, zonificada, con autopistas, con concentraciones de zonas de trabajo distintas a las zonas de habitación y administración; pero yo pensaba que no era posible que en el siglo XXI continuáramos con este paradigma. Lo que necesitamos, más bien, es disminuir las distancias para reducir el uso de vehículos individuales y así disminuir el CO2, regenerar la economía local, tener una sociabilidad a través del espacio público, tener edificios multiusos. Es decir, la solución frente al cambio climático no es la tecnología, sino cambiar nuestro modo de vida.
1. Plazas de estacionamiento transformadas en terrazas y jardines.
2. Una calle tranquila para peatones y bicicletas.
3. Un jardín en la parte inferior de su casa.
4. Caminos seguros para los niños.
5. Más servicios de proximidad.

1. Plazas de estacionamiento transformadas en terrazas y jardines. 2. Una calle tranquila para peatones y bicicletas. 3. Un jardín en la parte inferior de su casa. 4. Caminos seguros para los niños. 5. Más servicios de proximidad.

Foto:Cortesía Carlos Moreno

1. Plazas de estacionamiento transformadas en terrazas y jardines. 2. Una calle tranquila para peatones y bicicletas. 3. Un jardín en la parte inferior de su casa. 4. Caminos seguros para los niños. 5. Más servicios de proximidad.

Además del ejercicio divulgativo de esta idea, ¿cómo se lleva este tipo de iniciativa a la realidad?

Yo soy un investigador en La Sorbona y con mi equipo de investigación lo que hacemos es promover estos paradigmas. Tenemos publicaciones científicas de muy alto nivel, libros y sometemos las ideas a la realidad para ver si son válidas. Además, hemos creado con ONU Hábitat, el C40, la organización de Ciudades Unidas y Gobiernos Locales (CGLU, por sus siglas en inglés) y mi equipo de La Sorbona el Observatorio Global de las Proximidades Sostenibles y ahí hemos estado centralizando a quienes trabajan ese concepto y las ciudades que lo aplican, que hasta ahora son 230. La Unión Europea destinó un presupuesto para financiar licitaciones sobre “las ciudades de 15 minutos” en el proyecto Driving Urban Transitions. Entonces ya me siento muy satisfecho porque este concepto ya no me pertenece a mí, le pertenece a la humanidad, a la ciencia.

¿El covid aportó en alguna medida para que esta idea tuviera más acogida?

El covid llevó a la gente a trabajar distinto, a utilizar las herramientas tecnológicas. La gente joven después del covid no quiso volver a trabajar como antes, descubrió el tiempo útil, el comercio de proximidad, usó los parques cerca de la casa… entonces sí, el covid le dio mucha fuerza a este concepto, que además en julio del 2020 fue adoptado por el C40 como estrategia postpandémica para las ciudades, que es una red mundial de alcaldes que están unidos en la acción para hacer frente a la crisis climática.

¿Qué papel cumplió Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, en la consolidación de la “proximidad feliz”?

Ella integró esta iniciativa en su plan de gobierno en las últimas elecciones a la alcaldía. Además, fue presidenta del C40 y ahora es miembro como París. El C40, a su vez, es un aliado estratégico. Ellos crearon una comisión encargada de evaluar la situación de ciudades en tiempos de pandemia y yo participé. Fue en ese momento que adoptaron la “ciudad de los 15 minutos” como paradigma de ruptura.

El C40 también ha llevado la “proximidad feliz” a otras ciudades, como Cleveland o Seúl, ¿cómo ha sido este proceso?

El C40 está muy presente en Estados Unidos e informa regularmente a través de sus redes. Cleveland es una ciudad importante en la industria automotriz y el alcalde, Justin Bibb, tomó este concepto en su búsqueda de cambio. Él quiso que esta idea ilustrara la transformación de su ciudad que confronta la pobreza, los problemas raciales y demás. El alcalde Bibb lanzó una política muy ambiciosa que está en curso de implementación. Con Seúl, además de ser del C40, tengo una facilidad y es que uno de los investigadores de mi equipo es de Corea del Sur y hay una relación natural a través de él, lo que ha hecho que mis libros se traduzcan al coreano, que visite frecuentemente Corea del Sur y que recibamos delegaciones. El concepto se trabaja de forma muy permanente con las ciudades.
Durante el premio español internacional de la movilidad sostenible

Durante el premio español internacional de la movilidad sostenible

Foto:Cortesía Carlos Moreno

Usted es director científico de la cátedra en La Sorbona de Emprendimiento, Territorio e Innovación (ETI) y la palabra innovación ha rodeado su trabajo, ¿qué significa para usted este término hoy tan usado para tantos frentes?

A mí lo que me interesa en los procesos de innovación son los procesos de ruptura, o sea, los nuevos paradigmas. Schopenhauer decía que la búsqueda de la verdad tiene tres fases, en la primera todo el mundo considera que eres loco, en la segunda te dicen que eso nunca va a funcionar y en la tercera, cuando funciona, todos te dicen que era evidente. La innovación de ruptura, entonces, significa que tienes que tener la fuerza mental, la fuerza científica y la fuerza de convicción para entender que la gente va a decirte que lo que piensas no tiene ningún sentido, lo van a deformar, y aún así mantenerse firme. Eso es lo que me gusta hacer, ir a contracorriente. Toda mi vida ha sido eso. Creo que entré al M-19 con la misma idea, salí del M-19 a contracorriente, estudié robótica y luego me puse a contracorriente para ir hacia las ciudades inteligentes y luego de nuevo a contracorriente para ir a la ciudad desde los servicios. Ese es mi ADN.

Muchas personas lo consideran y nombran como arquitecto o urbanista, pero su formación no es en esas disciplinas; si tuviera que explicar su oficio, ¿cómo lo haría?

Yo me defino primero como profesor universitario e investigador. Vengo del mundo de las matemáticas, del mundo de las ciencias de la computación, de la electrónica, la robótica y trabajo en las ciudades. Pero tal vez para definirme lo más importante ha sido la presencia intelectual de mi gran amigo el sociólogo Edgar Morin, que hoy tiene 102 años y va a publicar un nuevo libro y a quien conocí cuando yo tenía 25 o 26 años. Él es el padre de la complejidad, él puso este concepto como el eje de la producción intelectual, que en resumen dice que las situaciones que analizamos hay que verlas en su interdependencia, en las interacciones. Complejidad significa tejer juntos, es ver cómo los vínculos entre entidades o personas tienen la capacidad de transformar. Si yo quisiera definirme, entonces, diría que la complejidad es la bandera de mi trabajo.

Usted nació en Tunja, pero no estuvo mucho tiempo allí; ¿a dónde se fue su familia?

Nací en Tunja en 1959, sí, pero no viví allí. Mi padre tenía diferentes situaciones de empleo que lo llevaron a moverse mucho, así que de Tunja pasamos a Bogotá y luego nos fuimos a Ibagué y llegamos a Cali cuando yo tenía 7 u 8 años y allí viví hasta que salí de Colombia. Hay algún escritor que decía que la ciudad en la que nos reconocemos es la ciudad de nuestros primeros amores de adolescencia, entonces, si acepto esta definición de ciudad, mi ciudad es Cali, hablando de Colombia. Es allí donde tuve uso de razón y vivencias que dejan una memoria visible.
Libro Carlos Moreno

Libro Carlos Moreno

Foto:Cortesía Carlos Moreno

¿Cómo fue crecer en Cali?

El recuerdo que tengo es de un ambiente familiar en casa de barrio; recuerdo que jugábamos fútbol en la calle, béisbol en las esquinas, montábamos en bicicleta. Momentos de mucha intensidad barrial. En la adolescencia, como éramos una familia modesta y muy numerosa –seis hermanos y una hermana–, la única posibilidad de hacer estudios, nuestros padres nos lo señalaron, era ser de los mejores para que nos dieran una beca. Entonces tuvimos mucho apego al estudio. Yo fui becario toda mi vida, siempre estuve en el primer lugar. Era entonces una adolescencia muy aplicada y muy abierta; mis amigos venían a estudiar a la casa, era un ambiente de mucha intensidad intelectual.

¿Qué temas le interesó estudiar en esa época?

Tuve la suerte de tener una excelencia en matemáticas, en física y en química, o sea, en las materias duras, como se dice. En esa época, en el 73 o 74, también hubo una explosión del movimiento estudiantil muy grande, que fue el equivalente al Mayo del 68 francés. Mis hermanos participaban en esos movimientos estudiantiles y vendían libros y gracias a eso yo comencé a interesarme por el movimiento social. En el Instituto Politécnico Municipal en Cali entré a ser parte del consejo estudiantil y protestaba contra los nombramientos políticos y la gran mediocridad académica.

Gracias al movimiento estudiantil terminó uniéndose al Movimiento 19 de Abril, M-19, ¿cómo llegó a este grupo guerrillero?

Yo entré a militar a este movimiento en junio de 1975, cuando tenía 16 años y ya había terminado el bachillerato. Yo estaba atraído por la situación de los indígenas del Cauca, de Popayán, tal vez por las raíces campesinas de mi padre y por él haber sido expulsado de sus tierras. Me llamó la situación de esas minorías indígenas que en esa época se llamaban guambianos. Había empresas americanas que buscaban azufre en el volcán de Puracé y les quitaban las tierras a estos indígenas y las volvían áridas y ácidas explotando este mineral. Luchábamos en contra de eso.

¿Fue por su militancia en el M-19 que terminó en Francia como refugiado político?

En 1978, el presidente Julio César Turbay expidió ‘el estatuto de seguridad’. Colombia vivía realmente en estado de sitio, que les daba prerrogativas a los militares en términos de represión. Como un gesto de oposición, en el fin de año de 1978 y principios de 1979, el M-19 alquiló unas casas frente al Cantón Norte en Bogotá desde donde hicieron unos túneles y durante las fiestas se robaron 12.000 armas que estaban en el depósito de este lugar. El 6 de enero el M-19 publicó la noticia y la acción del gobierno fue una respuesta militar muy fuerte y apresaron a muchísima gente. Detuvieron y torturaron a gente que yo conocía muy bien y a mí me identificaron como miembro, entonces antes de tener que pasar por algo así, en junio de 1979 me fui a Francia.

¿Cómo fue llegar allí?, ¿cómo fueron los primeros días en este país?

Llegué en pleno verano, no sabía nada de francés y solo conocía a un camarada que habían torturado en Colombia, pero que su hermano, que era profesor, lo había recibido en París. Por eso terminé allí. En ese momento había muchísimos refugiados chilenos, argentinos, bolivianos, era una gran comunidad. El gobierno francés, que era de derecha, acogió muy bien a los refugiados latinoamericanos; nos dieron cursos de francés gratuitos, alojamiento, dinero, nos indicaban cuáles trámites teníamos que hacer para ingresar a la universidad.

Usted fue nombrado caballero Legión de Honor de la República Francesa, ¿qué significó ese reconocimiento?

Es la máxima distinción que se le hace en Francia a un ciudadano por los servicios prestados en búsqueda del bien común. Que yo lo haya recibido sabiendo que llegué sin conocer a nadie, sin hablar una sola palabra de francés y con 100 dólares en el bolsillo muestra que los refugiados pueden realmente integrarse culturalmente, destacarse y aportar al país. La República francesa me acogió con generosidad y de la misma manera que juré ante Salvador Allende, hice el juramento de darle a Francia lo mejor de mí.

¿En su paso por el M-19 conoció al presidente Petro? ¿Son amigos?

No hago parte del círculo de amigos de Gustavo Petro. Lo vi en octubre del 2022, en Tunja, en mi ciudad natal, invitados por la Asociación de Ciudades Capitales, Asocapitales. Él debía iniciar la jornada y, como no llegaba, fui yo el que comenzó a hablar hasta que él llegó. Luego, en su discurso, me citó como el “compañero Moreno”. En nuestros mismos 16 años fuimos militantes del movimiento M-19, pero no nos conocimos. En Tunja, esa mañana estuvimos juntos, nos tomamos fotos y quedamos en que nos hablaríamos posteriormente. Nunca lo he vuelto a ver. Pero tenemos amigos comunes.
Esta entrevista fue realizada por Andrea Yepes Cuartas
Fotos Cortesía Carlos Moreno
Edición #135 Diciembre - Enero 2024
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