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Opinión

Editorial

El patrullero Loaiza

Que sea la oportunidad para reflexionar sobre la violencia contra los servidores públicos.

Editorial .
Ocho años sirviéndole al país como patrullero de la Policía llevaba Heiner Yoel Loaiza, el uniformado de 28 años asesinado por delincuentes en el portal del Sur del sistema TransMilenio en Bogotá, quien ayer fue despedido hacia la eternidad con los merecidos honores. 

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Los hechos, ocurridos el pasado sábado, se desencadenaron cuando Loaiza, cumpliendo su deber, en labores de rutina, interceptó, junto con su compañero, a cuatro personas que venían de estar involucradas en un caso de fleteo. Una de ellas reaccionó y disparó a quemarropa en el abdomen al policía, impacto que terminó siendo fatal. La bala penetró justo por la parte del cuerpo que no estaba cubierta por el chaleco antibalas de dotación.
Es un episodio que ha conmovido a la sociedad. A la familia de Loaiza, quien había sido trasladado de Caquetá a la capital hacía apenas seis meses, un mensaje de condolencias. Que haya sido en cumplimiento de su tarea como servidor de la ciudadanía, de ninguna manera disminuye el dolor ante la tragedia, pero sí puede darle un sentido de trascendencia al lamentable hecho.
Que sea la oportunidad para reflexionar sobre la violencia contra los servidores públicos, en este caso los integrantes de la Policía Nacional. Según el veedor de esta institución, Armando Vergara, este año ya son 70 las denuncias por estas conductas y dos los uniformados caídos en servicio patrullando las calles de Bogotá. Pero más allá de los casos puntuales, por múltiples razones, ninguna justificable, pareciera hacer carrera una cultura de irrespeto que mucho daño les hace a la convivencia y, en general, a la sociedad.
Los mismos integrantes de la institución denuncian que los casos en los que son recibidos con agresiones, sean físicas o con armas de distinto tipo, ya son parte de su día a día. Normalizar esta realidad, quedarse de brazos cruzados es un error que no se puede cometer. Su costo en el futuro es colosal.
Editorial .
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