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Salir del clóset

La realidad que se esconde en el humor: la salud mental está en el clóset.

MARINÉ MORÉ MORERA

¿Cómo amaneció mi generación de cristal? Este meme, que circula con popularidad entre grupos de mamás y jefes de oficinas para burlarse de las preocupaciones de la juventud frente a temas como la ansiedad y el estrés, esconde con ‘humor’ una realidad: la salud mental está en el clóset.

Sincerémonos: cuando escuchamos alguna noticia sobre depresión, ansiedad o suicidio, nos impactamos, pero poco hacemos para abordar las cosas con contundencia en nuestras familias, empresas o en el país, hasta que el tema nos toca de cerca.

Lo cierto es que la probabilidad de que nos toque de cerca en algún momento es inmensa, especialmente si somos mujeres. Según la Encuesta Nacional de Salud Mental, 6 de cada 10 personas manifiestan haber transitado por una situación en sus vidas, una estadística que no solo debería alarmarnos, sino motivarnos a actuar. Pero mientras sea una cifra sin rostros visibles, pocos serán los avances, en materia de políticas públicas y de inversión, que eviten que tener atención profesional en salud mental sea un privilegio de unas pocas personas.

Así que, siguiendo el ejemplo de las personas jóvenes que están a mi alrededor, decidí salir del clóset de la salud mental. Contarle a mi familia, a mis clientes, a mis colaboradores y al mundo que tengo una ansiedad funcional, que me potencia como profesional, pues me ayuda a ser más creativa, mejor estratega, más autoexigente, más puntual; pero que también tiene un gran costo personal, pues implica vivir con insomnio insoportable, que hace que levantarme después de las 3:30 a.m. sea un motivo de celebración familiar.

No sirve cerrar los ojos, contar ovejas, leer, ver televisión, ni acostarme más tarde. En los momentos más complejos, progresivamente las horas de insomnio se convierten en noches en vela, y luego en varios días, sin un sueño reparador. La amígdala cerebral se vuelve más reactiva, en estado de alerta ‘como si se tratara de una UCI’, hasta que un día colapsa y llega la crisis de salud mental. 

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En mis 41 años solo me ha sucedido una vez, pero fue suficientemente delicada para que sea consciente de que debo hacer todo lo necesario para que no me vuelva a pasar. Implicó tomar medicamentos por un tiempo, contar con el apoyo de un entorno protector familiar y de amistad que le da importancia a la salud mental y me acompaña decididamente, pero también implica tener un tratamiento psiquiátrico permanente.

Algo imposible de acceder si no es a través de un servicio médico particular, pues la legislación actual en salud mental, que data de una ley obsoleta de 2013 (cuando este era un tema aún más tabú), no contempla este tipo de terapias a largo plazo.

Tampoco lo hace el Plan Nacional de Desarrollo, que aunque tiene un abordaje más interesante, de acuerdo con el análisis del Observatorio de Salud Pública de la Universidad de los Andes, falta pertinencia territorial y enfoque diferencial por población: “no contempla el rol que las comunidades y agentes locales tienen en la provisión de servicios de salud mental, especialmente para mujeres, niños, niñas, adolescentes, jóvenes y población LGTBIQ+”. 
La estigmatización no ayuda. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), solo el 16,5 por ciento de las personas con depresión a nivel mundial buscan ayuda profesional, y esta es una de las principales barreras que desmotiva a las personas a buscar la atención y el apoyo que necesitan de manera oportuna. Un ejemplo de esto es solicitar una licencia laboral para una cita psiquiátrica, que trae consigo una carga de sesgos que profundizan y empeoran las crisis. Nuevamente, es la juventud quien nos da una lección de valentía pues, según la encuesta ‘Voces Resilientes’ del Programa Jóvenes Resilientes de USAID y ACDI/VOCA y el Observatorio de la Universidad Javeriana, el 42 por ciento reconoce la importancia de pedir apoyo profesional.

Pero, incluso entre quienes lo hacen, solo el 29 por ciento encuentra ayuda efectiva. Cifras consistentes con la encuesta de salud presentada en noviembre de 2023 por el Gobierno Nacional, que reconoce que el 76 por ciento de las personas evalúa el servicio de salud mental como muy malo, malo o regular.

El pasado jueves se llevó a cabo el Foro Nacional de Salud Mental en el Senado, que busca acelerar los avances de un Proyecto de Ley para cambiar esta realidad y asegurar el acceso a la salud mental y el bienestar psicosocial para todas las personas, en alineación con los compromisos adquiridos por el país en los ODS. Se están debatiendo temas fundamentales en materia de prevención, entornos escolares e incluso el reconocimiento de días libres remunerados por afectaciones graves.

Es imperativo escuchar atentamente no solo las voces de expertos del sector, sino también de los liderazgos juveniles que han sido los principales abanderados de esta agenda admirable, y que dista mucho del estereotipo de ‘generación de cristal’, pues son ellos quienes están abriendo las puertas del clóset para propiciar diálogos honestos.

Salir del clóset genera un efecto multiplicador sorprendente. Saber que no estamos solos nos permite avanzar en la dirección correcta hacia un país que reconoce la necesidad de tener un enfoque integral en salud pública y participar en las transformaciones necesarias para que todas las personas tengamos el acompañamiento y tratamientos que necesitamos, porque como bien dicen: no hay salud, sin salud mental. 
MARINÉ MORÉ MORERA
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