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Gonzalo Gallo González

El plan de tu alma

Lo analicé, deseché creencias, y no fue fácil. Lo agradezco porque mi vida cambió para el bien.

Gonzalo Gallo González
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Gonzalo Gallo González

Antes de venir a la tierra ya eras parte de Dios y, con su guía, antes de encarnar, trazaste un plan de lo esencial, no de todo, y elegiste una misión. Elegiste cuerpo, padres, hermanos, pareja, amigos, enemigos, profesión y tu misma muerte. Acá, con libre albedrío, sigues ese plan con amor o con desamor, con Dios o lejos de él. Nada de lo que te sucede es casual y todo tiene un sentido, incluso lo que te parece absurdo o desastroso.

Zarandeado por las penas te preguntas ¿Dónde está Dios? y te dices: ¿Por qué me sucede esto? La verdad es que Dios está siempre contigo, pero no te exonera de pruebas que tú mismo programaste para pulirte y evolucionar. El hecho es que sólo puedes practicar: perdón si te ofenden, desapego si pierdes algo o paciencia si te tallan. Por eso nada es “malo” sólo está allí para que crezcas y mejores. Tú lo elegiste y eres capaz de superarlo. La metáfora del deporte te aclara lo que ves en la vida con sus pruebas: quita los obstáculos y las reglas, y acabas con cualquier deporte. Al aparentemente facilitarlo, solo lograste que se perdiera todo el interés.

Cierto día un Guía espiritual me dijo: “No hay injusticias y cada ser tiene lo que se merece”, y protesté en mi interior. No es fácil acoger nuevas creencias y estaba aferrado a la idea de que en el mundo reinaba la injusticia.

Pero la enseñanza siguió: “Aunque no lo entiendas, todo es perfecto y marcha como debe ser”.

Imposible, me dije, el mundo está en las garras del mal y muchas cosas no funcionan. Y el Guía remató: “A la Tierra se viene muchas veces con un Plan y cada ser recoge lo que sembró antes. Todo es justo”.

Lo analicé, deseché creencias, y no fue fácil. Lo agradezco porque mi vida cambió para el bien.

Te suena raro, pero sólo necesitas mente abierta para ir más allá de una mirada racional y superficial. “Malo” y “bueno” son nombres que ponemos a los hechos, pero ellos sencillamente son como deben ser.
El contraste entre los opuestos es necesario y el mundo va como debe ser en su gradual proceso evolutivo.

Creer en la reencarnación no se opone a la fe en la resurrección ni te aparta de Dios. Resucitas cuando mueres porque el cuerpo era sólo un atuendo para el alma inmortal; regresas al Hogar del Amor, examinas el Plan que habías trazado y te quedas allá un tiempo.

Haces un nuevo plan con los ángeles y vuelves acá a aprender y enseñar amor. Dios es justo porque cada espíritu pasa por todo, y avanza paso a paso hasta la cumbre del amor.

Comprendes mejor la trama de la vida si lees el libro El plan de tu alma de Robert Schwartz.

GONZALO GALLO G.
​Escritor y conferencista

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