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Noticia

Lecturas Dominicales

La trágica historia de los ancestros japoneses de la escritora bogotana Nobara Hayakawa

La escritora bogotana Nobara Hayakawa recupera su historia familiar en un libro que es (también) un sofisticado álbum fotográfico.

La escritora bogotana Nobara Hayakawa recupera su historia familiar en un libro que es (también) un sofisticado álbum fotográfico.

Foto:Archivo particular

La bisabuela de Nobara Hayakawa fue asesinada a golpes por el gobierno imperial del Japón.

andrea yepesDirector de revista Bocas y Lecturas. Ed...

Noe Ito nació en Kyushu, Japón, el 21 de enero de 1895, se graduó del Instituto Femenino de Ueno y se casó por conveniencia, en un arreglo familiar de época, con un hombre que le prometió que viajarían a Estados Unidos y financiaría sus estudios. El hombre no cumplió su palabra, pero Noe Ito no se cruzó de brazos y recurrió al que había sido su profesor, el reconocido poeta dadaísta Jun Tsuji, abandonó a su marido y se fue a vivir con el poeta. Cuando cumplió 20 años empezó a trabajar en la revista de arte y cultura de mujeres Seito, donde habló de temas como la presión social, el aborto y el matrimonio basándose en su vida y en sus propias frustraciones. 

Escribió varias novelas. Tradujo a la anarquista y feminista lituana Emma Goldman. Mantuvo un fuerte trabajo de activismo político y tuvo dos hijos de su relación con Jun Tsuji. Hoy Noe Ito es un símbolo del feminismo en Japón, y su imagen permanece gracias a sus acciones y a la estampa de su muerte, con todos los adjetivos atroces posibles, en manos del gobierno imperial que buscaba silenciar su obra y su espíritu anarquista; sin embargo, su memoria y su figura siguen vivas, no solo en Japón, sino en Colombia.

La nieta de Noe Ito es la artista japonesa Nobu Takehisa. Ella y su esposo, el paisajista y budista japonés Masatoshi Hayakawa, llegaron a Colombia en el siglo XX. Se quedaron y su hija continuó la saga de artistas.

Nobara Hayakawa nació en Bogotá en 1973 y hace unos años decidió escribir la historia de su ascendencia; quería hablar de la familia particular e imponente que conforma su pasado y que de cierta manera la ha moldeado. Recurrió a las fotografías y las narraciones de su madre y así nació La voz de las piedras, un libro particular que navega entre la memoria y el ensayo y que mezcla las fotos en la narración, es una genealogía, pero también un homenaje que parte de Noe Ito y recorre con calma y minucia su estirpe hasta llegar al presente: otras mujeres amigas, abuelas y madres, que aparecen para hablar de poliamor, de migración, de abandonos y de la fuerza que hay que tener para vivir únicamente bajo la propia verdad.

Nobara Hayakawa estudió Diseño Gráfico en la Universidad Nacional de Colombia e hizo una maestría en Bellas Artes en la Universidad Nacional de Bellas Artes y Música de Tokio. Ha sido curadora, docente, autora de libros infantiles, hace música, toma fotos, ilustra y hace videos. En La voz de las piedras concentra su mirada múltiple para crear un objeto que es novela, colección de ensayos, álbum familiar, repositorio de recuerdos y un puente entre el pasado y el presente de dos países que en apariencia no tienen mucho en común, pero que guardan relatos de valentía y violencia por partes iguales. 

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La voz de las piedras, la primera novela de Nobara Hayakawa.

La voz de las piedras, la primera novela de Nobara Hayakawa.

Foto:Archivo particular

Este libro es sobre todo un gran trabajo de archivo, ¿dónde estaba toda esa información y todas esas fotos?
Fue fácil con las personas famosas de la familia, porque hay páginas de Wikipedia, muchas novelas, artículos, tesis regadas por todo internet y en la biblioteca de mi mamá. Y mi mamá que es la fuente viva de todas estas historias. La parte más difícil fue acceder a esos personajes que no sobresalieron en ninguna área laboral o profesional, entonces era más difícil rescatar la información más allá de las cosas de oídas y las pocas fotos.

¿Cómo fue ese proceso de las conversaciones con su mamá?, no es cómodo para todos repasar el pasado, ¿lo fue para ella?
Creo que a la gente no le gusta mucho revisar el pasado porque te enfrenta a heridas o dolores que no todos estamos dispuestos a mirar, entonces creo que fui muy afortunada porque mi mamá ha sido muy generosa con sus recuerdos y sus historias. Todavía hoy me sigue sacando cosas. Tal vez porque la cogí en un momento de su vida donde tiene tiempo y la disposición para pensar en eso.

¿Haber escrito un libro a partir de un archivo íntimo ha cambiado la forma en la que guarda sus propias fotografías y recuerdos?
La conclusión después de revisar todas estas vidas es: ¿la memoria para qué? Se habla mucho de la importancia de reconocer lo que sucedió para que no se repita, que tiene algo de verdad, pero la memoria también es para soltar, para decir ‘bueno, esto pasó, adiós, ahora hagamos una nueva memoria’. Ya podemos pensar en otras cosas y hacia adelante.

¿Qué tanto se transformó la imagen mental que tenía de su familia luego de hacer este libro?
Yo creo que se formó, no estaba. Mi familia era una idea borrosa: un nombre, un hecho, una fecha. No había realmente una conciencia de la familia anterior a mis padres. Creo que eso pasa mucho con los que somos hijos de inmigrantes, que hay como un mito hacia el atrás de los padres y un lugar imaginario que no se conecta con la realidad cotidiana.

El libro consta de lo que parecen ensayos de una historia que leyó, vio y le contaron, pero hay partes que parecen pertenecer a la imaginación, ¿hay capítulos ficcionados?
Yo creo que cuando uno escribe y pone en palabras lo que piensa, ahí es donde comienza la ficción; por más neutral o fiel a la verdad que quieras ser, lo estás traduciendo a un lenguaje que no tiene realmente que ver mucho con la experiencia viva, lo estás reduciendo. En ese sentido podría decirse que todo es ficción. Pero el libro tiene realmente tres tonos: uno es el del ensayo donde reflexiono sobre construir una memoria y hablo de la familia, otra parte es investigativa y luego hay una tercera capa donde fabulo las voces de estos ancestros y trato de pensar cómo fue existir como ellos lo hicieron.

La columna principal de La voz de las piedras es la historia de sus ancestros que fueron, a pesar del contexto, dueñas de sus propias vidas, ¿qué siente al registrar este pasado de fuerza?
Me conmovió mucho no saberme sola. No solo como descendiente sino como mujer. Saber que hay una cantidad de mujeres que han estado peleándosela desde siempre. Esa sensación de comunidad en el tiempo me pareció muy bella. En un momento también sentí vergüenza por ser ama de casa, por cocinar tanto, por hacer cosas que no quiero hacer y bajar la cabeza. Por haber aceptado tantos trabajos, tantas palabras y agresiones. En ese sentido fue un despertar algo doloroso reconocer que estas mujeres habían tenido esta fuerza por la libertad sexual y amorosa hace cien años. Y entiendo que mi forma de vivir no tiene que ser la de emular esta valentía, pero sí quisiera tener más lealtad conmigo misma.

Noe Ito y su familia, en una de las páginas de La voz de las piedras.

Noe Ito y su familia, en una de las páginas de La voz de las piedras.

Foto:Archivo particular

Escribe que “Ser visto no es poca cosa: es el amor, nada menos”, ¿este libro es entonces uno de amor?, ¿eso sintió en la escritura?
Sí, ese es el corazón del libro, es abrazar a mis familiares, una cosa compasiva de amor. Una forma de decir gracias y hacerlo a través de la observación y el registro de sus vidas.

Usted vivió en Japón y este libro se enriquece mucho de su contexto histórico, ¿la imagen que tenía de Japón cambió de alguna manera?
Mi imagen de Japón se ha transformado mucho con el tiempo y cada vez está más completa, pero sigue siendo un lugar imaginario, aún viviendo allá era difícil acceder a él. Es una sociedad bastante impermeable a lo externo. Pero este libro me permitió entrar de otra manera a la idea de este país.
¿Cree que hacer esta narración de sus raíces japonesas en español y publicarla aquí fue importante para darle más sentido a su historia de migración?
Sí, me gustaría igual que se leyera en Japón, un poco para reivindicar las vidas de estas personas que, por más famosas que fueran, eran personas de la periferia: rebeldes, anarquistas, líderes sociales; estaban en las orillas del sistema. Yo me conecto mucho con ellos, porque siendo hija de japoneses que creció en Colombia, tengo esa sensación de vida de transitar la periferia. Es un libro, entonces, que quiere tender tal vez un puente entre Japón y Colombia y construirme a mí en ese proceso.

Para los hijos de los migrantes a veces la idea de lo que es el hogar o la casa es un poco difusa, ¿dónde está su casa?
Descubrí hace un tiempo que mi casa es el español, es donde me siento yo. Incluso el español colombiano. Antes de devolverme de Japón sentí una fatiga del lenguaje y sentía que estaba desapareciendo. Estaba incompleta. Cuando me subí al avión para volver a Colombia y empecé a escuchar ese acento me daban ganas de saludar de beso y abrazo a todo el mundo, como si fueran mis amigos o mi familia.

La fotografía es un pilar en La voz de las piedras y es una fuente de secretos y de información, ¿cómo ve esta disciplina luego de escribir con y sobre ella?
Yo veo el privilegio de haber sido una niña del siglo XX que tuvo acceso a fotografías impresas y una colección de fotos en álbumes que hoy en día no existen porque están los archivos online, las redes; formatos mucho más vulnerables a perderse. Pero también reconozco que las fotografías son un impedimento para la imaginación. Entonces mi visión de la fotografía es de sospecha y de fascinación por todo lo que puede detonar una imagen.

En el libro también dice que la fotografía es un ejercicio de ficción…
Yo creo que uno nunca va a saber nada de nadie, ni de uno mismo ni de otros. La fotografía es una falsa promesa. No sé si lo que veo, esa niña con ese peinado era realmente mi abuela, por ejemplo; tal vez me da pistas, pero falta siempre mucha información para completar una foto.
"Yo creo que uno nunca va a saber nada de nadie, ni de uno mismo ni de otros. La fotografía es una falsa promesa".

"Yo creo que uno nunca va a saber nada de nadie, ni de uno mismo ni de otros. La fotografía es una falsa promesa".

Foto:Archivo particular

Toca el piano y hace música, ¿cómo cree que su formación musical influye en su escritura?
Sin duda, la formación musical ayuda en la escritura, aplica en todas las artes y en la vida. Cierto sentido del ritmo y del silencio es útil. Incluso saber cuándo parar una frase. Además, te ayuda a tener un sentido del tempo. Para escribir, sin embargo, no escucho música, necesito el silencio. Incluso me molestaba el ruido del ventilador del computador que no funciona muy bien.

Además de la música ha tocado muchas técnicas: diseño, video, cerámica, ilustración, fotografía, ¿por qué cree que esta historia tenía que hacerse específicamente en el formato de un libro?
Quizá si hubiera sido más joven habría hecho un documental, pero me molesta un poco el formato documental, sobre todo recientemente que se volvió una promo de artistas que quieren mostrar su vida y así promover un producto. Por otro lado, me gusta mucho leer y me gustaba la idea de reunir en un solo lugar físico a estas personas y estas vidas y la manera más natural que encontré fue escribiendo.

¿Qué la impulsa a querer perseguir la creación en tantos formatos?
Creo que tiene que ver con los medios, ahora tienes todas las herramientas a la mano y eso no estaba antes. Esto posibilita la creación de una manera inmediata, tienes una idea, la registras y la trabajas inmediatamente. También el acceso a la información antes estaba reservada para ciertas élites o áreas y ahora hay esa posibilidad de explorar. Además, hoy hay más posibilidad de equivocarse, yo le tengo mucho cariño al error porque es el que me ha hecho a mí, siempre me he sentido un poco intrusa en todas las áreas: no soy música entre músicos, no soy escritora entre escritores. Esta suerte de no pertenencia me regala la libertad de equivocarme de manera despreocupada.
andrea yepesDirector de revista Bocas y Lecturas. Ed...
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