En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí

¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo [email protected] no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Lecturas Dominicales

'Los motivos por los que Ehrenfest se suicidó y mató a su hijo son muy misteriosos'

Nacido en Róterdam, en 1980, Labatut se estableció en Chile a los 14 años.

Nacido en Róterdam, en 1980, Labatut se estableció en Chile a los 14 años.

Foto:Julieta Labatut

El escritor  Benjamín Labatut explora nuevamente los demonios de los científicos en MANIAC

maría paulina ortiz
Benjamín Labatut contesta el teléfono sin dejar de andar por la montaña. Lleva varios días de caminata, solo, sin rumbo determinado. “Ayer me puse a seguir a unas cabras. Las vi y me fui tras ellas hasta donde pude porque ese camino no se acaba nunca. Así es como uno encuentra el siguiente libro: uno sigue el rumbo de las cabras”, dice, mientras siembra unas plantas. Al otro lado de la línea se alcanza a oír el sonido de la tierra, su voz fatigada por el movimiento. 

Conforme a los criterios de

Maniac 
Editorial Anagrama
400 páginas

Maniac Editorial Anagrama 400 páginas

Foto:Anagrama

Ese es su método para que los libros lleguen a su mente. Invocarlos, dejar que lo atrapen, sin romper el misterio. Con Un verdor terrible (2020), el nombre de este escritor chileno —nacido en Holanda hace 43 años— se conoció en el mundo. La fascinación que gene- ró este texto cruzó todas las fron- teras. Fue finalista del International Booker Prize y del National Book Award y hoy ya suma veintiún ediciones en español y ha sido traducido a más de treinta idiomas. Un verdor terrible lo posicionó como una voz inclasificable, audaz, profunda. Con la ciencia como hilo conductor, o mejor, con historias de científicos cargados tanto de lucidez como de delirio, Labatut busca comprender los mecanismos de la epifanía y lo que viene con ella. Reconocer los destellos de claridad y el reino de las sombras.
Alcanzó a pensar que su destino no sería escribir. Estuvo varios años en silencio, pero el encuentro con un poeta de su país cambió las cosas. “ Andá a ver al viejo”, le recomendaron unos amigos y él se dirigió a la casa de Samir Nazal. “Samir es un poeta que murió sin publicar un solo verso. Un sabio del más alto calibre que me enseñó que en lo que uno escribe hay cosas más importantes que las palabras. Me entre- nó el oído para el silencio, me dio una sensibilidad para lo invisible”. Después de ese encuentro Labatut recorrió un camino en el que buscó rebasar sus propias fronteras y que terminó narrado en su libro Después de la luz. Ritos de magia, consumo de drogas. “Fue un experimento muy irresponsable con mi sistema nervioso. Si quieres ir más allá de tus límites, inevitablemente vas a tener que desmontar un poquitito tu cabeza. Hoy no me atrevería a hacerlo”. Labatut quería situar su mirada en otro punto, dirigirla a ese lugar donde se encuentran misterio y razón, donde ciencia y misticismo parecen hermanarse. Ese es el espíritu que habita Un verdor terrible y también su nuevo libro, MANIAC, publicado a finales del año pasado.
Un científico mata a su hijo y se suicida. Así, con ese par de disparos dados por el físico austriaco Paul Ehrenfest, comienza MANIAC. El nuevo libro de Labatut habla de los límites y los excesos de la razón a través de personajes claves que aportaron las ba- ses de las matemáticas y ayuda- ron a consolidar la llegada de la inteligencia artificial. Tras la historia de Ehrenfest, MANIAC nos lleva al universo de John von Neumann, el matemático húngaro que creó el primer computador programable —precisamente bautizado ‘Maniac’, por sus iniciales—, desarrolló la teoría de los juegos, participó en el Proyecto Manhattan y sembró las bases de la era digital, entre otras cosas por las cuales fue definido como “el ser humano más inteligente del siglo XX”. La ruta del libro —que en el caso de este escritor no puede ser definido como novela: es un texto que abarca varios géneros y narra historias reales que contienen pinceladas de ficción— cierra con la inteligencia artificial. Cuando el hombre y la máquina se enfrentaron en cinco partidas de Go, el legendario juego chino que muchos ven como un arte. Labatut narra en detalle cómo el experto surcoreano Lee Sedol lidió contra el programa informático AlphaGo. Una batalla que al final deja ver que el delirio no es un asunto solo humano.

El libro abre con un epígrafe que da claves para su lectura. Es un párrafo de la poeta y mística Hadewijch de Brabante que incluye esta frase: “Durante mucho tiempo me has causado dolor y miseria. Eres la parte de mi alma capaz de razonar”. En MANIAC está muy presente esa idea: el dolor que puede provocar la razón...

El epígrafe es el corazón del libro. Como buena mística, Hadewijch sabe que hay aspectos de la realidad para los cuales la razón, más que algo positivo, se convierte en un freno. Hay aspectos que requieren otro tipo de in- teligencia, otra sensibilidad. Sole- mos confundir razón con reali- dad. Lógica con verdad. Son términos fuertemente relaciona- dos, pero no equivalentes. Gente como Hadewijch está muy cerca de mi corazón. Son personas que tienen que lidiar con las parado- jas del misticismo. Quienes se acercan a los fenómenos humanos con una mirada más amplia se vuelven más transparentes. Si se pudiera, yo pondría ese epígrafe al principio y al final del libro.

Paul Ehrenfest, físico austriaco, es el primer personaje en aparecer en MANIAC. ¿En él ya se percibían estos peligros que puede conllevar la búsqueda de la razón?

En la vida real, los motivos por las cuales Paul Ehrenfest se suicidó y mató a su hijo van a ser siempre muy misteriosos. Él sufría una enfermedad mental, depresión, y estaba enfrentado a circunstancias muy difíciles de imaginar. Hay personas para las cuales la comprensión es una necesidad, no es solo un placer. Tienen una actitud ante la vida, ante la ciencia, que es agónica, de una intensidad brutal. Cuando Ehrenfest se ve enfrentado a un mundo que excede su capacidad de raciocinio, entra en una crisis aguda. Él siente que nos estamos moviendo hacia un mundo no humano, como si nuestras pro- pias facultades nos estuvieran llevando a un lugar en el cual ya no tenemos cabida. Y todas estas cosas juntas no alcanzan a explicar algo tan complejo como matar a tu hijo. Pero es la historia real de un hombre que sufrió y yo la utilizo porque comparto su deseo de llegar a lo más hondo posible y el sufrimiento al tener que aceptar que hay cosas que no vamos a poder entender.
Labatut tendrá una charla virtual en la Feria del Libro, el 27 de abril, a las 6 p.m., por las redes sociales de la FilBo.

Labatut tendrá una charla virtual en la Feria del Libro, el 27 de abril, a las 6 p.m., por las redes sociales de la FilBo.

Foto:Juana Gómez

Esto me lleva a preguntarle por el personaje central del libro, el matemático húngaro John von Neumann. Para él los límites en el conocimiento parecían no existir...

Von Neumann fue una persona que, a diferencia de nosotros, los seres humanos normales, no se topó con demasiados límites en su vida. Era un tipo con una inteligencia tan cortante, que podía traspasar un límite con sablazos de lógica pura. Esa perspectiva me resulta profundamente ajena, casi inimaginable. Sin embargo, de la misma forma que en el pasado necesitábamos un héroe, una heroína, alguien que viniera a abrirnos el camino, también necesitamos estos seres que son incontenibles, de una voracidad intelectual y una capacidad sobrehumana. Von Neumann es un misterio. Es algo que se sale de toda escala. En la medida en que avanzamos en un mundo que nos presenta cada día más pistas que no podemos comprender, vale la pena pensar en alguien como él, pensar en qué ocurre con esta fecundidad lógica. Cuáles demonios matemáticos anidaron en su alma. Porque muchos de esos demonios han tenido una descendencia que llega hasta nuestros días. Von Neumann es un crisol a través del cual mirar el siglo XXI.

Usted muestra cómo esos momentos de lucidez están alimentados por algo más que la razón. Junto a las epifanías pueden aparecen palabras como éxtasis, misticismo, posesión. ¿Están conectados?

Son caminos que se topan. Uno puede elegir, por así llamarlo, el camino de la mano derecha —la racionalidad, la ciencia—, o el de la mano izquierda —la intuición, la magia, el misticismo—. Pero esos caminos dan una vuelta larga y terminan confluyendo. Confluyen en el misterio. Como escritor estoy interesado en el delirio, en aquellas cosas que exceden nuestra razón. La literatura es una especie de laboratorio donde jugamos con los significados del mundo que aún no somos capaces de comprender. Yo ocupo el lenguaje, las historias, la perspectiva de la ciencia para llegar allá. Me han preguntado por qué no escribo directamente sobre místicos. Por qué escribo sobre matemáticos como si fueran místicos. Y la razón es que las líneas rectas en la literatura no funcionan. Hay que dar ciertos desvíos, necesarios para iluminar la cara y la contracara de un fenómeno. Esas cosas están atadas.

En esa búsqueda entre las profundidades del pensamiento de estos científicos usted también se detiene en su vida cotidiana, en esas decisiones que todos debemos tomar cada día. Al parecer ellos no tenían muchas habilidades en ese campo...

A mí no me importan tanto mis personajes en sus términos humanos. Lo que ocurre es que como estoy tratando de entender sus aspectos sobrehumanos, que son tan ajenos a mi capacidad de raciocinio, inevitablemente termino ahondando en su humanidad. Para intentar responder lo que es imposible, y es que el ser humano a veces tiene intuiciones que sobrepasan sus propias capacidades. Eso parece un absurdo en términos lógicos, tanto si uno considera que la mayor parte de nuestro fenómeno psíquico es oscuro, incomprensible. Estamos convencidos de que tenemos el volante en la mano, cuando en realidad vamos en el asiento de atrás, de pasajero, mirando por la ventana y asumiendo que estamos en control.
Un verdor terrible de Benjamín Labatut

Un verdor terrible de Benjamín Labatut

Foto:Benjamín Labatut

La inteligencia artificial ocupa la tercera parte de Maniac y en un momento la plantea como un porvenir que inspira terror y esperanza. ¿Usted inclina esta balanza hacia alguna de las dos opciones?

Si hay dos cosas que no permiten pensar, son el terror y la esperanza. El terror no deja ver las cosas, nos lleva a un espiral de miedo en el que no tenemos que pensar ni hacernos cargo. La esperanza es necesaria, pero cuando estás en una situación en la que ya no ves ningún camino posible. Yo evitaría tanto el uno como la otra. Mi postura frente a la inteligencia artificial se acerca más al asombro y al cinismo, que son moderados y te permiten pensar. Creo que eso es lo que hay que hacer ahora. Plantearnos la pregunta fundamental: qué hacer con lo que estamos construyendo. Con la energía nuclear, por ejemplo, al menos había un plan. Bueno, vamos a usarla para darle energía gratis a todo el mundo. No resultó, pero era un buen propósito. Ahora hay que pensar qué vamos a hacer y qué no vamos a hacer. Y luego, si es que se nos sale de las manos, ahí sí caer en el terror. Porque también tenemos herramientas para lidiar con el terror. No hay que olvidar que somos animales salvajes. Si pongo a pelear la fría racionalidad de un computador contra la salvaje voracidad de un ser vivo, que razona, que es cruel y compasivo, yo apuesto por el animal. Lo que sí vamos a necesitar siempre es construir nuevas formas de ser humano. No solo hay que crear nuevas inteligencias, sino seguir desarrollando la nuestra. Eso es lo más difícil. En el pasado hemos necesitado de genios morales. De figuras como Platón, Cristo o Nietzsche, para mostrarnos nuevas formas de ser humano. Hoy eso sigue siendo urgente.

Usted cuenta que durante los enfrentamientos de Go entre el experto surcoreano Lee Sedol y el programa informático AlphaGo hubo dos jugadas claves. Una de la máquina, conocida como el ‘movimiento 37’, y otra de Sedol llamada ‘el dedo de Dios’. ¿Cuál lo asombró más?

Dos cosas me llamaron la atención. Lo primero es la capacidad de un sistema para ver más allá de nuestros prejuicios y vislumbrar una belleza que nosotros no sospechamos. Es maravilloso que un producto de nuestra mente nos muestre los límites de nuestra mente. Esa es la movida 37. Por otra parte, lo que refleja ‘el dedo de Dios’ de Sedol son los límites de la máquina. Ese movimiento, tan alejado de su sentido común, la lleva al delirio. El algoritmo no sabe dónde está ni lo que está haciendo. Eso no hay que olvidarlo. Porque nos estamos topando con que cualquier razón tiene límites. No es una falla del sistema, es un aspecto del sistema, de la inteligencia, que es incompleta, fallida, con puntos ciegos. Yo trato de mostrar ambas cosas. Sin esas paradojas no estaría interesado en la ciencia. Con ellas es que se hace literatura.
maría paulina ortiz
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO