Las Killer Gringo y su desbocada sed de peligro, trago y fiesta en las calles de La Guajira

Al terminar su lectura la resaca es densa, lenta y cruel como un domingo en el trópico. Jarol Ferreira ha escrito una novela corta que resulta un largo viaje acompañado por una serie de personajes tan reales como etéreos. Una novela forever young que nos recuerda que escribir también puede ser un salto en el vacío, una fiesta a la que es mejor estar invitado.

La Guajira es un mar de historias donde se encuentran relatos de violencia paramilitar, novelas de tema indígena y el narcotráfico, y Las Killer Gringo nos introduce a un nuevo escenario: historias de jóvenes sin futuro, drogas, deep house, que se alejan un poco de la imagen construida de La Guajira…
Las Killer Gringo tiene poco que ver con la idea popular que se ha creado sobre La Guajira, sin embargo, comparte con otros autores el hecho de representar un territorio de alto voltaje donde las posibilidades de historias son ilimitadas. En esta novela, ese concepto se manifiesta a través de ingredientes contemporáneos, como la rumba, la vida nocturna y los deseos de estar bien de unos jóvenes alternos que van contra la marea, no se conforman con su realidad, están dispuestos a jugársela por vivir como ellos quieren, y ven las oleadas de gringos como una posibilidad para pasarlo bacano con plata ajena.

Después de Efraim Medina y su Ciudad Inmóvil no había aparecido en la escena literaria del Caribe colombiano otro autor que escribiera con ese ímpetu de arroyo barranquillero que arrastra gente y basura. ¿De dónde salió la idea de una novela como esa, ambientada en La Guajira?
Considero que la novela, más que en La Guajira, está ambientada en el Caribe colombiano, que es un territorio mas extenso y cuyo lenguaje se comparte en varios departamentos y ciudades. La idea salió de un encuentro con una amiga que me presentó a sus amigos. Yo llevaba años grabando audios de ella porque todo lo que decía me fascinaba; cada vez que podía me sentaba a hablar con ella y grababa todo. Luego ella me presentó a sus amigos y quedé encantado con lo que hacían y decían, quería grabarlos en video para hacer una película que estilísticamente fuera una mezcla entre Dogma 97, nueva ola francesa y Serie B; pero por múltiples dificultades técnicas la única manera de preservar esas vivencias fue a través de la literatura. Inicialmente solo fue experimentación, pero con el tiempo la historia se fue desarrollando y fue tomando forma. Pasó por muchas etapas hasta que estuvo terminada la primera versión. Probé varios narradores, varias estructuras y varios tiempos, hasta quedar satisfecho con una narradora que cuenta en primera persona sus vivencias. 

La novela es, entiendo yo, una historia de un sinsentido: las jóvenes que se drogan, los antiguos hippies que viven soñando su pasado, abundan los travestis, la prostitución, un mundo si se quiere carente de sentido. ¿Qué tan extendido es ese fenómeno social en La Guajira?
Una de las características de los personajes que integran estos relatos es una conducta que podría ser vista como sinsentido, pero, al igual que la mayoría, están en busca de la felicidad, solo que la persiguen a su manera. La vida nocturna en el Caribe colombiano está regida por diversas fórmulas, una de ellas es: a mayor turismo, mayor número de gringos, y a mayor número de gringos, mayor ‘killergringuismo’. Por eso, esta situación social es más notoria en ciudades con mayor “desarrollo turístico” como en Cartagena, Santa Marta o Barranquilla, y en La Guajira es menos evidente; sin embargo, si hoy en Riohacha frecuentas La Primera, el parque de los Cañones o el callejón de los Capuchinos, es posible que veas deambular por ahí a uno que otro personaje que parece sacado de la novela.

Es una lectura que desternilla de risa, melodramática, relamida y con una gama de personajes bien raros y memorables: Pelito e’ pimienta, La Muerta Viva, La Mona. ¿Quiénes inspiraron esta pandilla de losers?
No son losers, son pelaos ingenuamente valientes que creen que se puede vivir la vida loca sin consecuencias, y que en su búsqueda de la satisfacción de sus deseos se ven envueltos en situaciones extremas, producidas por la influencia del uno sobre el otro. Son una comunidad congregada por las ganas de salir del aburrimiento cotidiano. La mayoría de ellos están inspirados en mis amigos, en amigos de mis amigos, y en amigos de los amigos de mis amigos, que de una u otra forma me cautivaron para reflejar sus vidas en esta novela. 

Va a ser fácil para más de un avalador de lo que se debe escribir o no señalarte de vulgar, “de prosa sucia”, mañé y que lo que haces no es “literatura pura”…
Le recomendaría a cada uno experimentar personalmente la novela y hacerse su propia opinión al respecto, sin necesidad de recurrir a la percepción de alguien que les diga lo que es bueno o malo. No pretendo escribir con un estilo tradicional, ni académico, ni clásico, ni formal, entre otras cosas porque no se me da, no me sale bien. Más que encajar en cierto estereotipo de escritor, me interesa proponer una experiencia estética intensa, apta para todo aquel que necesite unas líneas rápidas para estimular su existencia.

Esa forma en la que está escrita tu novela como breves escenas de una película under hace pensar irremediablemente en una adaptación para cine o TV. ¿Es intencional?
Cuando descubrí estos personajes estaba ingenuamente entusiasmado con la idea de llevar sus relatos al cine a través de una película independiente, pero me di cuenta de que en ese momento era imposible hacerlo y opté por escribirlos, para no dejar morir la idea. Pero claro que sería fascinante lograr ver a Las Killer Gringo en las pantallas. La influencia del cine se nota en diferentes partes de la estructura de la novela, en el tono, el contrapunteo de los tiempos y en la aceleración con la que transcurre la historia. El ritmo frenético viene del gusto por el zapping y los videoclips. La banda sonora mencionada a través de los capítulos nació gracias a una sugerencia de Alberto Domínguez, editor con el que trabajé los textos y que hizo varios aportes importantes a la obra, uno de los cuales fue proponerme definir lo que se oía en cada momento en donde inicialmente dejaba a la imaginación del lector lo que sonaba.

Las Killer Gringo es una novela con mucha música: de Diomedes Díaz al Sayayín, de Madonna a Black Sabbath y el deep house, ¿No quiere armar un 14 cañonazos alternativo como banda sonora de Las Killer Gringo?
¡Sería buenísimo! La música de la novela representa el eclecticismo cultural de las urbes capitalinas de la costa caribe colombiana, donde encontramos gustos diversos sin que esto genere contradicciones. En las fiestas actuales, por muy roqueros que sean los invitados, no falta quien pida un vallenatico, y después del vallenato siempre alguien pide un reguetón, y a los reguetoneros les gusta la champeta, y no falta el champetero metalero, ni el metalero que también le jala al house, y del house al drum and bass hay un paso, y de ahí al Joe no hay nada. Sería un éxito arrollador la compilación, como lo fueron los cañonazos bailables en su momento, antes de Spotify; nos taparíamos de plata vendiendo los acetatos y así podríamos dejar la literatura. Me jubilaría más rápido que Rulfo.

¿Cree que la novela es una rumba millennial que ya tuvo fin?
Creo que Las Killer Gringo es una fiesta que apenas comienza, a la que cada vez llega más gente. La historia se desarrolla en plena tensión posmilenio, pero podría ocurrir hoy mismo, porque todos sus elementos están vigentes. Sus personajes recorren nuestras calles, sus historias se están reproduciendo en este momento. Es un espíritu que pasa de una generación a otra, cambiando de cuerpos para renovarse. De hecho, si miras a tu alrededor, te darás cuenta de que conoces a alguna Killer Gringo.

Muchos gringos siguen llegando a Colombia en manada, buscan sexo, alcohol y fiesta, ¿qué opina de esta otra cara de la moneda fuera de la ficción literaria?
Es una moneda que tiene más de dos caras. El turismo genera ganancias a las ciudades donde ocurre, pero termina también generando un impacto social que muchas veces pasa desapercibido hasta que ya es un problema. Un visitante consciente genera un impacto positivo en el lugar de tránsito, pero un mal visitante es una pesadilla.

Por último, ¿qué tanto conoció ese mundo de drogadictos, prostitución juvenil, travestis y excesos? El nivel de detalle es muy alto y es difícil no pensar que son experiencias vitales.
La obra es una mezcla de experiencias propias y ajenas, puestas al servicio de la creación; y las suspicacias y conjeturas suscitadas acerca de mi vida son parte del morbo natural que despierta esta lectura. Durante años tuve mi taller de pintura en un edificio que quedaba en la calle 24A con carrera 13A, en una de las zonas de tolerancia de Bogotá, que fue borrada del mapa para construir una estación de TransMilenio, así que conozco bien ese mundo, pero los elementos que usé para esta narración son sacados de lugares diferentes a mi directa experiencia vital. No es un libro anecdótico escrito en tercera persona, es más bien una epopeya del underground caribeño de inicios del siglo XXI, una oda a la amistad.